Los premiados, no por discretos, menos cubiertos de prestigio son:
(REDOBLE)
CATEGORÍA DE 1º Y 2º ESO
PRIMER PREMIO
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. HISTORIA DE UN NIÑO
Lucas Pedrero Olano
Corría el año 1914. Ese año fue devastador en todo el mundo, ya que empezó la Primera Guerra Mundial, en la que entraron muchos países como Inglaterra, Francia, Alemania, Austria-Hungría…
28 de junio de 1914. Cardiff. Sur de Gales.Algo pasa. Todo el mundo está muy serio, sentado alrededor de la radio, un artefacto de mi abuela, que dice que han matado a un señor y su mujer en Sarajevo.
No sé por qué tanto revuelo, de todas formas, Sarajevo queda muy lejos de casa.
29 de junio de 1914Pues parece que la cosa es seria. En el colegio, el maestro nos ha explicado que ese señor y esa señora eran de Austria-Hungría. Nos lo ha tenido que señalar en el mapa porque no teníamos ni idea de dónde estaba. Nos ha dicho que era el archiduque…bueno, alguien importante.
En la hora del almuerzo nos hemos reunido en el patio unos cuantos amigos y estaban diciendo que va a haber una guerra. Me ha dado un poco de miedo, pero, bueno, sigo diciendo que eso está pasando muy lejos de casa.
30 de junio de 1914Me ha despertado mi madre para ir al cole, pero antes me ha dicho, con cara muy seria, que Gran Bretaña ha declarado la guerra a Alemania y que han movilizado al Primer Batallón de Infantería del Sur de Gales y a todos los oficiales de permiso.
Esto no pinta nada bien.
Otro díaLlegan noticias espeluznantes del frente. Las escucho en la vieja radio. Dicen que los hospitales de campaña alemanes son un verdadero infierno. La imagen, dice el locutor, es aterradora: heridos, gritando, piden ayuda durante la noche, pero no hay nadie para atenderles. Los médicos hacen lo que pueden, pero son demasiadas víctimas por atender y escasos los medios para hacer frente a esta barbarie.
Julio de 1914
Yo no sé en qué día vivo. Hay enormes disturbios en las calles, gente protestando por la escasez de materias, mucho descontento por lo que llaman el servicio militar obligatorio y, donde hacen armas. Dicen que, como muchos hombres han marchado al frente, necesitan mano de obra.
Comienza el racionamiento de comida. Ya no llevamos el almuerzo al colegio; de hecho, casi ni vamos al colegio, aunque los mayores quieren que aparentemos normalidad. Suelo leer en casa las lecciones, los libros del cole…, pero mis tripas suenan con demasiada frecuencia y no puedo concentrarme.
Siguen llegando noticias alarmantes. Los alemanes intensifican los bombardeos, los soldados mueren por centenas en el frente y la población huye de las ciudades por falta de alimentos y por miedo. Además, cada día roban más en todos los sitios. El panadero dice que ayer le intentaron robar pan… La policía está siendo implacable en eso y parece que encierran en la cárcel a los que pillan robando.
Agosto de 1914Muchas familias de amigos se han ido al campo. Dicen que allí se necesita gente para cultivar la tierra, que el aire es más limpio y que el hambre se nota menos.
La radio, que ahora ya no escucho todos los días, dice que la gente está muriendo literalmente de hambre en las zonas de conflicto.
Los alemanes no parecen dar tregua con bombardeos insistentes sobre algunas ciudades europeas…Recuerdo el día en que mataron a ese señor y su mujer… ¡Qué lejos parece todo!
Ahora ya sé dónde está Austria-Hungría, también sé que ese señor era el archiduque Francisco Fernando de Austria y que le asesinó un serbio.
Septiembre de 1914Sentados alrededor de la mesa, leemos la carta que le ha llegado a una de las pocas vecinas que nos quedan. Es de su marido. Dice que los tanques son pulverizados por las bombas que caen del cielo como una incesante lluvia. No queda nada...
Su marido tiene que recoger los restos pulverizados de los hombres y trata de reunirlos para identificarlos y mandarlos de regreso a Gran Bretaña para que los entierren...¡Cómo llora la pobre mujer!
Octubre de 1914Mi madre ha decidido que nos mudemos al campo.
La situación de la ciudad es terrible, robos, pillajes, gente manifestándose. La suciedad se acumula por todas partes y en nuestro edificio ya no queda nadie. La última vecina se marchó cuando le informaron de la muerte de su marido, el que recogía los restos de otros soldados caídos en batalla.
Noviembre de 1914Dicen que acabarán atacando Gran Bretaña. Ahora lo escucho todo desde una granja en el campo. Tenemos que trabajar mucho para poder comer al final del día, pero hay más gente ayudando. Es diferente a la ciudad. Las alarmas no se escuchan, todo está más limpio y no se roba. Ahora tengo un perro, además de animales de granja. También tengo más tiempo para repasar los libros y los niños nos reunimos todas las tardes en alguna casa, para que nos enseñen más cosas y podamos seguir estudiando, aunque acabamos todos muy cansados y los más pequeños se duermen casi siempre.
Pensé que la guerra nunca nos afectaría.
Pensé mal.
Supongo que este horror terminará pronto.
CATEGORÍA DE 3º Y 4º ESO
PRIMER PREMIO
1871. Once y media de la noche. Se oyen disparos a la vuelta de la esquina. Por suerte está el joven Marcos, policía principiante que va en su coche patrullando las calles. Enciende las sirenas, avisa a todas las unidades y, justo cuando dobla la esquina, ve a un hombre en el suelo con dos heridas de bala en el pecho. Intenta reanimarle, pero es inútil. Su corazón ha dejado de latir y está desangrado.
Cinco minutos más tarde, vienen otros dos coches patrulla, un detective llamado Carlos, muy famoso por haber resuelto gran parte de los casos en los que ha participado, y una ambulancia, aunque ya era ridículo. Aquel hombre de unos cuarenta años, con pelo castaño, vestido con un traje muy elegante y un sombrero negro como aquella noche había perdido su vida. El detective Carlos preguntó a Marcos si había visto algo sospechoso o a alguien huir con su vehículo..., pero Carlos le dijo que solo oyó los disparos y no vio nada. Esto dificultó bastante la actividad del detective, porque sin ninguna pista del asesino / a sería muy complicado, o incluso imposible de averiguar quién podría haber matado a aquel hombre. Le tomaron las huellas dactilares y, por reconocimiento facial, identificaron a aquel hombre. Era Alfonso Martínez, tenía novia y vivía a tan solo un cuarto de hora de allí.
Fueron a su casa y comunicaron a su novia la desgracia. Se echó a llorar inmediatamente y, tras un tiempo sin saber qué hacer, dijo al joven detective que hacía unos días había sido amenazado de muerte por un propietario de una tienda de muebles que se iba a la ruina por culpa del fallecido, ya que su nueva tienda le quitaba la clientela y ponía los precios muy baratos. Se llamaba Trebor, era de Estados Unidos y había venido a España hacía ocho años.
El detective ya tenía a su principal sospechoso, así que él y una patrulla irrumpieron en su casa. El pomo de la puerta estaba manchado de sangre. Tiraron la puerta abajo, pero no había nadie. En su sótano había una pistola y sus balas coincidían con las del asesinato. Un civil alertó de que había entrado a robar a la tienda del fallecido e inmediatamente pensaron en qué sería Trebor.
Al estar delante de su tienda, vieron cómo un hombre dentro estaba prendiendo todos los muebles. Abatieron al ladrón y, afortunadamente, tras haber llevado el cadáver a un forense, se descubrió que las huellas del ladrón estaban en el cuerpo de Alfonso.
Le detuvieron, le llevaron a juicio y le metieron a la cárcel. Pero en el juicio no dejaba de masticar un nuevo producto que había sido inventado por Thomas Adams, el chicle y, por el incordio que le estaba provocando al juez, se le condenó a dos años más.
CATEGORÍA DE BACHILLERATO Y CICLOS FORMATIVOS
PRIMER PREMIO
Era una soleada tarde de enero de 1894 cuando Martín, un hombre español de unos treinta años, paseaba tranquilamente por las calles de San Petersburgo haciendo tiempo hasta la salida del teatro de su esposa, Ana. Mientras andaba por las calles pensaba en qué atractivo le podía ver su mujer a una representación de ballet, no encontrando él ningún gusto a observar a varias personas con tutú moverse al son de una música, para él aburrida, por un escenario.
Supuso que el tal Chaikovski sería un buen músico, pero a él ese tipo de música no le gusta, por lo que, cuando su mujer le dijo que quería viajar desde su residencia en Madrid a San Petersburgo para verla, él accedió solamente para visitar la ciudad. Pensando en esto, llegó al teatro Mariinski y preguntó a un hombre que salía de allí cuando terminaría la representación de El lago de los cisnes, diciéndole él que acabaría en unos diez minutos.
Martín esperó el tiempo dicho por aquel hombre y comenzó a ver un barullo de gente saliendo del teatro. Buscó a Ana entre ese grupo de personas, pero no consiguió encontrarla. Al ver que todo el mundo había salido ya, Martín entró en el teatro a buscarla, pero no hubo ningún indicio de ella hasta que encontró en un asiento el sombrero que se había puesto esa mañana con una nota: “Tengo que hacer algo importante. No me busques, regresaré a casa en cuanto pueda. Tú espérame en Madrid”. Se extrañó al verla, pero hizo caso de lo que su mujer le decía en aquella nota.
De vuelta a Madrid, Martín esperó hasta que el día 29 de marzo recibió una carta de su mujer, acompañada de una invitación a la inauguración de un nuevo edificio construido para la Real Academia Española el día 1 de abril, en la que le aseguraba que se encontraría con él para relatarle lo ocurrido en los meses de su escapada. Martín de nuevo, como buen marido obediente y con la curiosidad de conocer aquellos acontecimientos, se dirigió ese día 1 de abril a aquel edificio.
Martín no llegó a aquel sitio, donde fue brutalmente atacado por varios hombres en el camino y se desmayó. Al despertar, se encontró sin invitación y sin dinero. Había sido atacado y no podría entrar a aquel edificio para encontrarse con Ana. Desorientado como estaba, preguntó a un caminante la hora que era. Ese hombre le dijo que eran casi las siete de la tarde y Martín se apenó al darse cuenta de que era demasiado tarde como para si quiera esperarla fuera del edificio.
Al no tener manera de encontrar a su mujer, Martín regresó a casa y la esperó como llevaba haciendo desde su marcha. El pobre hombre tenía la ilusión de volver a verla, pero la perdió al saber de ella al día siguiente, ya que, conociéndola, tardaría varios meses en volver a tener noticias de ella. Martín sabía que esto ocurriría y, en efecto, sucedió. Hasta haber transcurrido más de un año, en diciembre de 1985, no supo nada de Ana.
El 23 de diciembre de 1895, Martín recibió un extraño periódico en la puerta de su casa. Era extraño por varias razones: la primera, no estaba en castellano, sino en francés y, la segunda y más importante, que en una de las páginas, debajo de la noticia de la sentencia a cadena perpetua en la Isla del Diablo del oficial Alfred Dreyfus por un caso de espionaje y alta traición, aparecía, rodeada con rotulador rojo, la noticia de la exhibición de la primera película cinematográfica de los hermanos Lumière del día 27 de diciembre en París. Ante esto, Martín interpretó que su mujer le daba una pista de su paradero.
Martín se dirigió dos días después hacia París, donde esperaba, después de tanta búsqueda, encontrar por fin a su amada. Estaba tan nervioso esa noche que no pegó ojo. Tenía el presentimiento de que la encontraría por fin y descubriría qué era tan importante como para estar alejado de él tanto tiempo.
A la mañana siguiente, después de abandonar el hotel, caminó por las calles de París, al igual que la mañana de la desaparición de Ana, esperando a que la exhibición terminara. Cuando se aproximaba al lugar donde pensaba encontrarla, un hombre le detuvo y le preguntó si era el marido de Ana. Al contestar Martín que sí, el misterioso hombre, que resultó ser una agente de policía francés, le comunicó la muerte de su esposa dos días antes en un accidente doméstico. Martín preguntó al hombre por los datos de su muerte y del tiempo que estuvo fuera de casa. El policía le comunicó que no había datos de su paradero hasta el hallazgo del cadáver. Fue encontrada aplastada por un mueble en la habitación de un hotel. Martín nunca supo lo ocurrido con su esposa.
Julio de 1914
Yo no sé en qué día vivo. Hay enormes disturbios en las calles, gente protestando por la escasez de materias, mucho descontento por lo que llaman el servicio militar obligatorio y, donde hacen armas. Dicen que, como muchos hombres han marchado al frente, necesitan mano de obra.
Comienza el racionamiento de comida. Ya no llevamos el almuerzo al colegio; de hecho, casi ni vamos al colegio, aunque los mayores quieren que aparentemos normalidad. Suelo leer en casa las lecciones, los libros del cole…, pero mis tripas suenan con demasiada frecuencia y no puedo concentrarme.
Siguen llegando noticias alarmantes. Los alemanes intensifican los bombardeos, los soldados mueren por centenas en el frente y la población huye de las ciudades por falta de alimentos y por miedo. Además, cada día roban más en todos los sitios. El panadero dice que ayer le intentaron robar pan… La policía está siendo implacable en eso y parece que encierran en la cárcel a los que pillan robando.
Agosto de 1914Muchas familias de amigos se han ido al campo. Dicen que allí se necesita gente para cultivar la tierra, que el aire es más limpio y que el hambre se nota menos.
La radio, que ahora ya no escucho todos los días, dice que la gente está muriendo literalmente de hambre en las zonas de conflicto.
Los alemanes no parecen dar tregua con bombardeos insistentes sobre algunas ciudades europeas…Recuerdo el día en que mataron a ese señor y su mujer… ¡Qué lejos parece todo!
Ahora ya sé dónde está Austria-Hungría, también sé que ese señor era el archiduque Francisco Fernando de Austria y que le asesinó un serbio.
Septiembre de 1914Sentados alrededor de la mesa, leemos la carta que le ha llegado a una de las pocas vecinas que nos quedan. Es de su marido. Dice que los tanques son pulverizados por las bombas que caen del cielo como una incesante lluvia. No queda nada...
Su marido tiene que recoger los restos pulverizados de los hombres y trata de reunirlos para identificarlos y mandarlos de regreso a Gran Bretaña para que los entierren...¡Cómo llora la pobre mujer!
Octubre de 1914Mi madre ha decidido que nos mudemos al campo.
La situación de la ciudad es terrible, robos, pillajes, gente manifestándose. La suciedad se acumula por todas partes y en nuestro edificio ya no queda nadie. La última vecina se marchó cuando le informaron de la muerte de su marido, el que recogía los restos de otros soldados caídos en batalla.
Noviembre de 1914Dicen que acabarán atacando Gran Bretaña. Ahora lo escucho todo desde una granja en el campo. Tenemos que trabajar mucho para poder comer al final del día, pero hay más gente ayudando. Es diferente a la ciudad. Las alarmas no se escuchan, todo está más limpio y no se roba. Ahora tengo un perro, además de animales de granja. También tengo más tiempo para repasar los libros y los niños nos reunimos todas las tardes en alguna casa, para que nos enseñen más cosas y podamos seguir estudiando, aunque acabamos todos muy cansados y los más pequeños se duermen casi siempre.
Pensé que la guerra nunca nos afectaría.
Pensé mal.
Supongo que este horror terminará pronto.
CATEGORÍA DE 3º Y 4º ESO
PRIMER PREMIO
LO QUE HACE LA GENTE POR DINERO
Sergio Cuadrado Pérez
1871. Once y media de la noche. Se oyen disparos a la vuelta de la esquina. Por suerte está el joven Marcos, policía principiante que va en su coche patrullando las calles. Enciende las sirenas, avisa a todas las unidades y, justo cuando dobla la esquina, ve a un hombre en el suelo con dos heridas de bala en el pecho. Intenta reanimarle, pero es inútil. Su corazón ha dejado de latir y está desangrado.
Cinco minutos más tarde, vienen otros dos coches patrulla, un detective llamado Carlos, muy famoso por haber resuelto gran parte de los casos en los que ha participado, y una ambulancia, aunque ya era ridículo. Aquel hombre de unos cuarenta años, con pelo castaño, vestido con un traje muy elegante y un sombrero negro como aquella noche había perdido su vida. El detective Carlos preguntó a Marcos si había visto algo sospechoso o a alguien huir con su vehículo..., pero Carlos le dijo que solo oyó los disparos y no vio nada. Esto dificultó bastante la actividad del detective, porque sin ninguna pista del asesino / a sería muy complicado, o incluso imposible de averiguar quién podría haber matado a aquel hombre. Le tomaron las huellas dactilares y, por reconocimiento facial, identificaron a aquel hombre. Era Alfonso Martínez, tenía novia y vivía a tan solo un cuarto de hora de allí.
Fueron a su casa y comunicaron a su novia la desgracia. Se echó a llorar inmediatamente y, tras un tiempo sin saber qué hacer, dijo al joven detective que hacía unos días había sido amenazado de muerte por un propietario de una tienda de muebles que se iba a la ruina por culpa del fallecido, ya que su nueva tienda le quitaba la clientela y ponía los precios muy baratos. Se llamaba Trebor, era de Estados Unidos y había venido a España hacía ocho años.
El detective ya tenía a su principal sospechoso, así que él y una patrulla irrumpieron en su casa. El pomo de la puerta estaba manchado de sangre. Tiraron la puerta abajo, pero no había nadie. En su sótano había una pistola y sus balas coincidían con las del asesinato. Un civil alertó de que había entrado a robar a la tienda del fallecido e inmediatamente pensaron en qué sería Trebor.
Al estar delante de su tienda, vieron cómo un hombre dentro estaba prendiendo todos los muebles. Abatieron al ladrón y, afortunadamente, tras haber llevado el cadáver a un forense, se descubrió que las huellas del ladrón estaban en el cuerpo de Alfonso.
Le detuvieron, le llevaron a juicio y le metieron a la cárcel. Pero en el juicio no dejaba de masticar un nuevo producto que había sido inventado por Thomas Adams, el chicle y, por el incordio que le estaba provocando al juez, se le condenó a dos años más.
CATEGORÍA DE BACHILLERATO Y CICLOS FORMATIVOS
PRIMER PREMIO
Oihane Irazola Bóveda
Era una soleada tarde de enero de 1894 cuando Martín, un hombre español de unos treinta años, paseaba tranquilamente por las calles de San Petersburgo haciendo tiempo hasta la salida del teatro de su esposa, Ana. Mientras andaba por las calles pensaba en qué atractivo le podía ver su mujer a una representación de ballet, no encontrando él ningún gusto a observar a varias personas con tutú moverse al son de una música, para él aburrida, por un escenario.
Supuso que el tal Chaikovski sería un buen músico, pero a él ese tipo de música no le gusta, por lo que, cuando su mujer le dijo que quería viajar desde su residencia en Madrid a San Petersburgo para verla, él accedió solamente para visitar la ciudad. Pensando en esto, llegó al teatro Mariinski y preguntó a un hombre que salía de allí cuando terminaría la representación de El lago de los cisnes, diciéndole él que acabaría en unos diez minutos.
Martín esperó el tiempo dicho por aquel hombre y comenzó a ver un barullo de gente saliendo del teatro. Buscó a Ana entre ese grupo de personas, pero no consiguió encontrarla. Al ver que todo el mundo había salido ya, Martín entró en el teatro a buscarla, pero no hubo ningún indicio de ella hasta que encontró en un asiento el sombrero que se había puesto esa mañana con una nota: “Tengo que hacer algo importante. No me busques, regresaré a casa en cuanto pueda. Tú espérame en Madrid”. Se extrañó al verla, pero hizo caso de lo que su mujer le decía en aquella nota.
De vuelta a Madrid, Martín esperó hasta que el día 29 de marzo recibió una carta de su mujer, acompañada de una invitación a la inauguración de un nuevo edificio construido para la Real Academia Española el día 1 de abril, en la que le aseguraba que se encontraría con él para relatarle lo ocurrido en los meses de su escapada. Martín de nuevo, como buen marido obediente y con la curiosidad de conocer aquellos acontecimientos, se dirigió ese día 1 de abril a aquel edificio.
Martín no llegó a aquel sitio, donde fue brutalmente atacado por varios hombres en el camino y se desmayó. Al despertar, se encontró sin invitación y sin dinero. Había sido atacado y no podría entrar a aquel edificio para encontrarse con Ana. Desorientado como estaba, preguntó a un caminante la hora que era. Ese hombre le dijo que eran casi las siete de la tarde y Martín se apenó al darse cuenta de que era demasiado tarde como para si quiera esperarla fuera del edificio.
Al no tener manera de encontrar a su mujer, Martín regresó a casa y la esperó como llevaba haciendo desde su marcha. El pobre hombre tenía la ilusión de volver a verla, pero la perdió al saber de ella al día siguiente, ya que, conociéndola, tardaría varios meses en volver a tener noticias de ella. Martín sabía que esto ocurriría y, en efecto, sucedió. Hasta haber transcurrido más de un año, en diciembre de 1985, no supo nada de Ana.
El 23 de diciembre de 1895, Martín recibió un extraño periódico en la puerta de su casa. Era extraño por varias razones: la primera, no estaba en castellano, sino en francés y, la segunda y más importante, que en una de las páginas, debajo de la noticia de la sentencia a cadena perpetua en la Isla del Diablo del oficial Alfred Dreyfus por un caso de espionaje y alta traición, aparecía, rodeada con rotulador rojo, la noticia de la exhibición de la primera película cinematográfica de los hermanos Lumière del día 27 de diciembre en París. Ante esto, Martín interpretó que su mujer le daba una pista de su paradero.
Martín se dirigió dos días después hacia París, donde esperaba, después de tanta búsqueda, encontrar por fin a su amada. Estaba tan nervioso esa noche que no pegó ojo. Tenía el presentimiento de que la encontraría por fin y descubriría qué era tan importante como para estar alejado de él tanto tiempo.
A la mañana siguiente, después de abandonar el hotel, caminó por las calles de París, al igual que la mañana de la desaparición de Ana, esperando a que la exhibición terminara. Cuando se aproximaba al lugar donde pensaba encontrarla, un hombre le detuvo y le preguntó si era el marido de Ana. Al contestar Martín que sí, el misterioso hombre, que resultó ser una agente de policía francés, le comunicó la muerte de su esposa dos días antes en un accidente doméstico. Martín preguntó al hombre por los datos de su muerte y del tiempo que estuvo fuera de casa. El policía le comunicó que no había datos de su paradero hasta el hallazgo del cadáver. Fue encontrada aplastada por un mueble en la habitación de un hotel. Martín nunca supo lo ocurrido con su esposa.
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