Como una mañana cualquiera, fui a la biblioteca a leer y
encontrar un poco de silencio. Necesitaba concentrarme y desconectar, ya que si
no lo sabéis ya os lo digo yo, la biblioteca es de todos los espacios del
centro donde nunca ocurre nada, todo está en silencio. Pero esa mañana, la
puerta de la biblioteca estaba precintada. Pregunté a los que esperaban allí
fuera, por si alguien sabía algo, pero no sabían contestar, nadie sabía que
había ocurrido, solo que no se podía entrar.
Pensé que algo gordo debía de estar ocurriendo porque jamás el
equipo directivo del instituto permitiría que la biblioteca estuviese cerrada a
cal y canto. Pasó la mañana y empezaron a correr rumores en los pasillos y las
clases: "que si los alumnos de tal curso (dependiendo de la clase en la
que preguntaras te decían un curso u otro) habían hecho pintadas en las
mesas", "que si había un pequeño roedor devorando los libros",
"que si estaba reservada porque iba a venir el inspector al centro",
"que si estaba cerrada porque los profes a partir de ahora la utilizarían
para montar fiestas privadas", “que si…que si ...” Demasiados rumores y
todos posibles pero muy diferentes.
No podía quedarme con la intriga por lo que me quedé hasta la
última hora escondida en el baño. Esperé a que todos se fueran para sus casas y
tener vía libre para poder descubrir lo que pasaba. Entré a hurtadillas en
conserjería y cogí la llave de la biblioteca, fui corriendo, a mil por hora, ya
que en breve entraría el personal de limpieza y no quería ser descubierta.
Cuando por fin estaba delante de la puerta, cogí aire e
introduje la llave en la cerradura pero la llave no abría. “¡Mierda!,- pensé,-
han cambiado al cerradura”. Me acordé de que un día en la biblioteca leí un
libro sobre como abrir las puertas con objetos cotidianos. Leí ese libro porque
soy un poquillo despistada con la llaves, ya que me suelen quedar dentro de
casa una media de cinco días a la semana. La verdad, que así fue como conocí al
cerrajero. A día de hoy, es uno de mis mejores amigos, quedamos todas las
semanas varias veces para tomar algo, aunque ya sabe que antes tiene que
abrirme la puerta.
La verdad, que nunca he puesto en práctica los conocimientos
aprendidos en ese libro. Pero creo que hoy ha llegado día. Hice memoria y, me
acordé que con la horquilla que tenía en el pelo podría abrir la puerta y …
“Bingo, puerta abierta”.
La verdad que no tengo palabras para describir lo que allí vi.
Mejor, acércate hasta la biblioteca y saca tus propias conclusiones.